lunes, octubre 02, 2006

Capítulo 15. Breve historia de la batalla del acantilado.

Delirando de la fiebre. Y del fin de semana. No se que hace que me encuentre tan mal, si la diferencia corporal o el estupor que me ha causado semejante final de mes.
Creo que el uno ha influenciado en el otro. Me temo que la sucesión de acontecimientos han hecho que el fin de semana se convirtiese en una especie de espiral negativa. Como una larva informática que va alimentándose de información y una vez adquiere una determinada dimensión ya nadie puede pararla y se encarga de un formateo total del ordenador. El problema es que el virus que inicio todo el proceso de desintegración no se donde se encuentra. Seguro que se encuentra en el trabajo, como no. Esa fuente de partículas negativas que te atrae hacia un agujero negro e in tempestuoso sin final conocido. Joder, me siento como esos chavales atrapados en una atracción de feria llamada “Dragones y mazmorras”, luchando siempre contra aquel villano provistos de unos artilugios especiales y de la no menos poderosa arma de la amistad que les une a todos. Mi villano tiene una sonrisa que aterraría a cualquier niño. Una sonrisa de falsedades sin medidas. Cuando se dispone a utilizarla cualquier persona se ve obligada a girar la cabeza, a esconderse, porque no sabes que puede venir después de ella. Quizás un latigazo, quizás se acerque con un abrelatas y te proponga un divertido juego con las uñas de tus meñiques, quizás… Y yo provisto de una estampadora y una grapadora, no tengo mucho que hacer. Así que seguro que el inicio del gusano tele-comunicativo tuvo su origen en el campo de batalla laboral. Seguro que en vez de una renovación de contrato he firmado una cláusula con Belcebú. Y por esa misma razón la cerveza Belcebú de unos 13 grados no me sentó bien esa misma noche. Y por eso mismo me sentó mal el encuentro fugaz con dos personajillas descaradas y de la no suficiente belleza para mí, y seguro que para más compañeros de algarabía de esa misma noche. Solo que ellos no tuvieron que luchar contra alguna de ellas como lo hice yo. Sin embargo esa batalla, a diferencia de la anterior, si que la gané. Aunque quedé malherido de bien seguro. Y con ello no pude afrontar el resto de batallas que quedaban por librar. Así que el gusano creció y creció hasta tomar dimensiones insospechadas y desastrosas. Y he aquí que me encuentro en el tramo final de la batalla. Ahora ya he tocado fondo. El gusano ha vencido esta semana. Pero no ganará la siguiente. Nuevas armas y nuevos ánimos son los que me ayudaran a vencerlo. Esta claro, solo hay que levantarse como los buenos cowboy’s. Una vez se caen de la silla, ellos vuelven a montar.