miércoles, enero 10, 2007

Capítulo 18. El monstruo negro de la oscuridad
Jacob Dylan podría tener un buen single sobre el miedo, de hecho quizá lo tenga. La cuestión es que el miedo es un arma de doble filo que está presente en la vida de cualquier persona. Es un artilugio que puede protegerte de ciertas cosas pero al mismo tiempo es un arma que puede consumirte y privarte de grandes momentos.
Hacerse viejo no implica liberarse del miedo. El paso de los años nos hace olvidarlo todo, unas veces queriendo omitir y otras veces sin quererlo, pero el miedo es una de las cosas que nunca desaparece. Hace poco tuve la obligación de permanecer despierto durante unas cuantas noches. Cuestiones sanitarias que digamos. Para ello permanecía en la cama tumbado y descansando, pero con la luz encendida. Era un modo para intentar permanecer despierto que en ocasiones funcionaba y en otras no tanto. La cuestión es que durante estas noches recordaba el pánico absoluto a la oscuridad que tenía de pequeño. Hasta para conciliar el sueño recuerdo que necesitaba unos pequeños aparatos luminosos que se incrustaban en la toma de corriente y que al encenderse formaban la figura de un pequeño sol naranja y sonriente. Sin ellos las noches se hacían austeras y largas hasta que conseguía apaciguar el sueño. Podría decir que hasta tenía una zona de mi piso a la que no lograba entrar. Era tal el miedo que una de dos, o entraba corriendo y sin pararme a perder el tiempo intentando buscar el interruptor, o directamente no entraba y me ahorraba ser devorado por el temible monstruo negro de la oscuridad. Y digo negro porque a pesar de no haberlo visto nunca, lógico si es el monstruo de la oscuridad, tenía que tener ese color para poder ir asociado a ese nombre.
Aún hoy estoy convencido que Mulder y Scully investigaron ese caso hace unos años. Y no solo no lo solventaron sino que tuvieron secuelas por el enfrentamiento directo. Estoy convencido que fue el motivo principal del cese de la serie.
La cuestión es que a mi temprana edad de cuatro años os podéis imaginar que mis conceptos de dimensiones habitables y precios del m2 me importaban bien poco comparándolos con la necesidad de tener un brazo o diez dedos para poder utilizar a la perfección los gijoes o montar adecuadamente una ciudad de micromachines.
Es más las dimensiones si estaban asociadas a materiales del hogar sería más bien a sofás u camas donde poder jugar de lo lindo.
Nunca se es viejo para tener miedo. Con el paso de los años moldeamos nuestras fobias y temores y los adaptamos al nuevo momento que estamos viviendo. Tengo 22 años y os aseguro que mi vida esta repleta de miedos. Miedos por saber que dirección tomar en mi vida, miedo por saber si será la correcta, miedo por saber que va a ser de mi dentro de unos años, si voy a saber llevar las cosas con dignidad, tanto las buenas como las malas, y muchos más miedos.
Pero del mismo modo que vas aprendiendo de los errores, con los miedos lo que aprendes es que lo que mejor que puedes hacer es afrontarlos de la mejor manera posible. Del mismo modo que cuando tenías cinco años decidiste de un día para otro entrar en esa habitación sin luz y quedarte en ella el tiempo suficiente como para perderle el miedo, decides afrontar los nuevos miedos y si más no, procuras que no te amarguen la existencia, que sea lo que tenga que ser y puestos a ser jóvenes, no tener los miedos de viejos o de niños y disfrutar de la juventud.