sábado, noviembre 04, 2006

Capítulo 16. El sexto sentido

Llevo tres horas de pie. Moviéndome por un espacio de unos dos metros cuadrados atendiendo a desagradecidos. La última vez que estuve sentado fue en la sección de crédito. La sección de crédito europea mejor dicho, puesto que solo conceden créditos a gente europea. Siempre que estoy allí la concepción de mi juventud cambia. Me dispongo a introducir datos en el ordenador y empiezo a ver como los clientes son más jóvenes que yo. Son del 88, del 86, del 84 a lo sumo. No tengo problemas en aceptar que me hago mayor, pero parece que el hacerse mayor acarrea una serie de consecuencias desastrosas de las que, la verdad, preferiría eximirme. De la peor de ellas me di cuenta anoche. Estoy perdiendo mi sexto sentido con las mujeres. Yo le llamo sexto sentido, una persona normal y corriente lo denominaría sentido común y ser capaz de ver cuando una mujer es factible o no lo es. Creedme que para muchos hombres ser capaz de ello ya es algo fascinante y propio de los grandes, con lo cual no esta mal eso de tildarlo como un sexto sentido. Pero la cuestión es que creo que lo estoy perdiendo.
Este sexto sentido me solía funcionar, pero como la luz de una habitación que empieza a fundirse, primero empieza a iluminar poco, para que gradualmente vaya dejando de funcionar y de repente una noche, un ruido rápido y fugaz, sea la señal de la llegada de la más absoluta penumbra. Y eso será para mí, una absoluta y desconcertante penumbra. Al igual que la bombilla incandescente que va dejando de iluminar con la misma intensidad, el sexto sentido va dejando de funcionar. Lo peor de ello es que no desaparece de la noche a la mañana, sino que va poco a poco y llevándose algo de gran valor para el resto de actividades sociales, la seguridad. Porque seamos sinceros, el dicharachero sexto sentido funciona porque tienes seguridad. Sabes que la mujer es tuya… joder, lo dice tu sexto sentido, así que vayamos a por ella, no existe posibilidad alguna de que se niegue. Pero cuando las cosas no van como deberían ser, cuando caes en la cuenta de que el sexto sentido no funciona, o que en realidad has dejado de ser el niño para ser el viejo Bruce, la misma seriedad que le convierte cada vez en un ser mas peculiar se empieza a apoderar de ti, y la seguridad empieza a desaparecer.
Solo espero que no desaparezca del todo antes de tener mas claros en la cabeza.