CAPÍTULO 8.1. SEGUNDOS
Una canción dice que un año tiene 32 millones de segundos.
Y desaprovechamos la mayoría.
Hay actividades básicas que requieren que destinemos una gran cantidad de segundos.
Hay actividades necesarias y exigentes que nos restan otra gran cantidad de tiempo.
Hay actividades estúpidas que nos requieren aún más segundos.
Y luego están las otras. Aquellas donde tienes que aprovechar los segundos… pero no lo haces.
A las 14.23 estas con una mujer preciosa. Estas con ella más de 553 segundos. Muchos segundos. Los justos para que el corazón se aceleré al ritmo del metro en el que viajas. Los justos para que la lengua se trabe mas de 6 veces. Los justos para sacar tres temas de conversación. Pero no los suficientes como para que la invites a salir o le digas lo bonita que es.
Dejar de banda las cosas que odias. Abandonar ese trabajo en el almacén. Decirle a tu jefe que su mujer se acuesta con otros porque se ha convertido en un ser feo, terco, tozudo y antisocial. Aunque no sea verdad. Decirle al del quiosco que no vas a volver a comprarle el periódico en su vida. Mangarle una revista porno. Decirle al del bar que siempre frecuentas con los amigos para ver el fútbol, que se ha quedado sin unos clientes habituales por borde y mustio; que ha nosotros tampoco nos cae bien y que sus bravas están malísimas.
Abandonarlo todo.
Decirle a esa chica, que te encanta.
Y que quieres que se vaya contigo al fin del mundo.
Seguro que acepta.
Solo hay que decírselo.
Es odioso. A veces parece que las cosas están lo suficientemente claras dentro de la cabeza, y que si sales a la calle ya puedes encontrarte con cualquiera que actuarás según tu organigrama personal y sin que ninguna influencia externa te afecte.
A pesar de ello, eso no es así. Una neblina invisible creada por la estupidez que asola este mundo te empieza a afectar y acabas siendo un estúpido más.
A veces parece que necesitaras una situación extrema para poder espabilar y hacer lo “que se tiene que hacer”.
No se trata de ser un tipo inteligente al que no se le colapsan las ideas. Se trata de tener el valor suficiente como para hacer ciertas cosas.
El valor no te lo inculcan, o lo tienes o no lo tienes. Aunque en ocasiones puedes afrontar las situaciones de otro modo, cambiar la perspectiva y actuar con un principio de coraje que después desearás que se quede ahí para siempre.
Esta noche lo buscaré. Como cada noche.
Y desaprovechamos la mayoría.
Hay actividades básicas que requieren que destinemos una gran cantidad de segundos.
Hay actividades necesarias y exigentes que nos restan otra gran cantidad de tiempo.
Hay actividades estúpidas que nos requieren aún más segundos.
Y luego están las otras. Aquellas donde tienes que aprovechar los segundos… pero no lo haces.
A las 14.23 estas con una mujer preciosa. Estas con ella más de 553 segundos. Muchos segundos. Los justos para que el corazón se aceleré al ritmo del metro en el que viajas. Los justos para que la lengua se trabe mas de 6 veces. Los justos para sacar tres temas de conversación. Pero no los suficientes como para que la invites a salir o le digas lo bonita que es.
Dejar de banda las cosas que odias. Abandonar ese trabajo en el almacén. Decirle a tu jefe que su mujer se acuesta con otros porque se ha convertido en un ser feo, terco, tozudo y antisocial. Aunque no sea verdad. Decirle al del quiosco que no vas a volver a comprarle el periódico en su vida. Mangarle una revista porno. Decirle al del bar que siempre frecuentas con los amigos para ver el fútbol, que se ha quedado sin unos clientes habituales por borde y mustio; que ha nosotros tampoco nos cae bien y que sus bravas están malísimas.
Abandonarlo todo.
Decirle a esa chica, que te encanta.
Y que quieres que se vaya contigo al fin del mundo.
Seguro que acepta.
Solo hay que decírselo.
Es odioso. A veces parece que las cosas están lo suficientemente claras dentro de la cabeza, y que si sales a la calle ya puedes encontrarte con cualquiera que actuarás según tu organigrama personal y sin que ninguna influencia externa te afecte.
A pesar de ello, eso no es así. Una neblina invisible creada por la estupidez que asola este mundo te empieza a afectar y acabas siendo un estúpido más.
A veces parece que necesitaras una situación extrema para poder espabilar y hacer lo “que se tiene que hacer”.
No se trata de ser un tipo inteligente al que no se le colapsan las ideas. Se trata de tener el valor suficiente como para hacer ciertas cosas.
El valor no te lo inculcan, o lo tienes o no lo tienes. Aunque en ocasiones puedes afrontar las situaciones de otro modo, cambiar la perspectiva y actuar con un principio de coraje que después desearás que se quede ahí para siempre.
Esta noche lo buscaré. Como cada noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario